"Clerks" fue la diana del novato. Desde ese momento la relación entre Kevin Smith y su musa se ha limitado a un "mañana te llamo y hablamos" por lo que cada nueva película ha sólo ha sido un desacertado brochazo con el que voluntariamente el artista ha difuminado la sombra de lo que fue.
En este momento en el que su descomposición ha alcanzando su máximo esplendor, acuchilla la paciencia de sus seguidores de un modo rastrero, defecando una secuela de su obra maestra para ganarse su "doble con queso y mucha mostaza". Era difícil esperarse esto de un individuo que se reía en la cara de lo "correcto".
A pesar de un par de tijeretazos ingeniosos como el tercer grado al que somete a la Trilogía del Señor de los Anillos o el espectáculo de "relaciones entre especies", el resto de la cinta no tiene asideras, ni espinas que te arranquen una blasfemia. La película esta recubierta por una niebla de humo denso como el que arropa los bares poco poblados, diez minutos antes del cierre, cuando se apagan las risas y la última copa corre a cargo de la lástima.
Clerks II es un difunto vapuleado largamente por un chulo con mote de cáncer al que es mejor velarlo con la tapa cerrada y aferrarse a la imagen que lucía hace ya casi 13 años. PASANDO
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