02 diciembre, 2006

(CINE) CASINO ROYALE

Algo así como los "prometidos" de las ciberhistorias, Casino Royale nace con las opciones decididas de antemano. Sus predecesoras intersectaban en el mismo objetivo, que no es otro que divertir al personal y, a más de alguno, ponernos los dientes de sable al ver el desparpajo de este domador de mujeres fatal con licencia para matar. Con un futuro tan hipotecado, ser honrado es una opción, pero las consecuencias mártires que conlleva no la convierten ni de lejos la más sencilla. Cuando una película se empecina en conseguir que la gente que asista a la sala se libre del olor a rancio que tiene el aliento de la vida, por alguna ley no escrita, una heterogénea bandada de gilipollas se homologan como empaladores certificados y con una cargante gravedad te estampan un <<¡hombre, considerar película a esto!>>. Me burbujea la sangre al verlos de festival en festival, sin un vecino en seis butacas a la redonda, digiriendo el film de un autor polaco muerto recientemente por silicosis, "donde las emociones se enquistan en la epidermis, poniendo de manifiesto que el hombre es un lobo para le hombre....". Pues sí señores, Casino Royale me ha permitido regatear dos horas nominadas al balón de oro, y me hecho brotar alguna risa picarona además de recibir mi dosis de envidia y de transportarme a unos 25 años atrás cuando mi padre y un servidor, asaltábamos un videoclub de formato soviético, situado a 3 manzanas de nuestra casa y me gastaba parte de la paga en alquilar "una de Bond".


En la última de 007 todo sigue encantadoramente igual, aunque las cosas han cambiado. El enfoque es distinto ya que Casino Royale hace saltar al ruedo a un James Bond rudo, con gustos toscos y todavía inexperto, y sin embargo hay chicas, hay malos, hay partida de cartas, hay martini con vodka, hay un Daniel Craig hecho en sastrería para dar forma a un neonato 007 y hay un Aston Martin en la puerta. Las peleas en esta entrega tienen el mismo final que en el resto de la filmografía pero han ganado en realismo y en crudeza. El tono excesivamente cómico y sobrado que le estaba dando Pierce Brosnan desaparece, aunque es cierto que la flema irónica burla por momentos los visillos del film.

Más de alguna afonía había provocado la elección de Daniel Craig como nuevo Bond, y quitando el hecho de su excesivo parecido con Steve McQueen, considero que ha sabido darle realismo a su personaje en Casino Royale. Su interpretación de agente embrutecido y sin pulir es convincente aunque los problemas llegaran cuando lo tengan que pasar por el alambique para recobrar esa exquisitez que caracteriza al agente británico. El volantazo tanto narrativo como de icono planteado en esta nueva entrega y la selección del bueno de Craig, puede convertirse en la trampa que cace al cazador. Gracias a la elección de esta nueva ruta pueden surgir tramas más interesantes y fetichistas, pero por otro lado, guionistas, director, maquillaje, vestuario... se van a tener que conjurar para sacar adelante a un rostro que contrasta en exceso con la imagen de dandy que Pierce Brosnan acuñó en el personaje.

Casino Royale me parece una película y además la RECOMIENDO para esas tardes lluviosas en las que el río que circunda tu pueblo se plantea la opción de salir de farolas...


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