Tras un período de exención, el cine vuelve a este blog. Sin embargo, debido a que de tiempo sólo me queda calderilla, he decidido destilar al máximo mis opiniones, hasta convertirlas en un par de trazos que esbocen el poso que me han dejado. Este es el sabor que me ha quedado tras la últimas acometidas a la pareja de multicines de mi ciudad:
El buen pastor: El desnivel de 180 minutos acaba causando mella, aunque De Niro ha tomado buena nota de Scorsese y Coppola para evitarnos el mal de altura. Actores y actrices impecables, una buena y obstinada historia, que no descansa ni para echarse un cigarro, y un alumno aplicado que sabe en que punto debe apartarse de las directrices de sus maestros sólo podían llegar a un puerto; el bueno. Premio para el que la vea dos veces, eso sí.
300: Sin entrar en contacto con este ni con otro cómic de Fran Millar me dejé sobrecoger por una película profesional, de esas que saben juguetear con tu ansiedad, que saben cuando saciarte o dejarte al borde de un delirio extasiante en el que te trae al pairo si tras esos segundos está agazapada la muerte. Esta "ave de paso" de celuloide me ha purgado durante dos horas con un afanamiento tan competente que llegue a pensar que sentía por mi devoción.
The Shooter: Si sabes una historia y por educación o por obligación no puedes pararla, tus esperanzas se aferran a que por lo menos esté bien contada. Por ese motivo The Shooter se convierte en la candidata ideal para acuchillar ese manojo de rocosos minutos que aparecen cuando queremos pasar de puntillas por una tarde sin despertar a unas absorbentes y cansinas preocupaciones que descansan en el cuarto de arriba.